Del parlamento a la clandestinidad
Carlos Lorca Tobar nació en Santiago el 19 de noviembre de 1944, hijo de un vendedor y pequeño empresario del rubro tecnológico, y de una profesora normalista y dueña de casa. Era el mayor de cinco hermanos de una familia de clase media que por el trabajo del padre, debió trasladarse un tiempo al Perú.
De regreso en Chile, cursó sus estudios secundarios en el Internado Nacional Barros Arana y el Instituto Nacional. De personalidad retraída, era aficionado –casi fanático según sus amigos– a la lectura y la música y, especialmente, al ajedrez, deporte que practica con su hermano Raúl y con sus amigos del Club de Ajedrez de la Universidad de Chile.
En 1965 ingresó a la Juventud Socialista en el marco de un mundo sacudido por el impacto de la revolución cubana y por la lucha del pueblo vietnamita. Motivado por una fuerte vocación social, se matriculó en la carrera de Medicina en la Universidad de Chile. Durante 1968 fue uno de los rostros más importantes del proceso de reforma universitaria que se vivió en la Casa de Bello y en la mayoría de los planteles de educación superior. Ese año fue electo presidente del Centro de Alumnos de su Escuela y representante estudiantil ante el Consejo Normativo Superior. En 1969, formando parte de la lista unitaria de la izquierda que logró desplazar a la Democracia Cristiana, fue electo vocal y secretario general de la FECH, presidida por el joven comunista Alejandro Rojas.
En aquellos intensos días, Lorca conoció en la Escuela de Medicina a una joven y entusiasta militante, la que nunca dejaría de recordarlo como su mentor. Se llamaba Michelle Bachelet.
Tras obtener su título de médico, Carlos se especializó en psiquiatría. Asumió, un poco antes del triunfo de Allende, la jefatura de la Brigada Universitaria Socialista (BUS). Un amigo y compañero de entonces, el doctor Ennio Vivaldi, lo recuerda así: “Había una bondad sobrecogedora en Carlos, una risa como la de los niños, auténtica y verdadera. Imagino el esfuerzo que debe haber significado para alguien como Carlos, tan fraternal y amistoso, haber actuado como político en esa época tan particular, con todas esas categorías de ‘poder’, ‘enemigos’ o ‘lucha interna’. Probablemente, le resultaron más cercanos y amables conceptos como ‘movimiento estudiantil’, ‘clase obrera’, o incluso, Universidad de Chile”.
En agosto de 1971, en la XX Conferencia Nacional de la JS, Carlos fue electo Secretario General. A esas alturas, era un tenaz defensor del proceso de cambios en los marcos democráticos que impulsaba el gobierno de la UP, además de ser un líder influyente para las juventudes de izquierda. En 1972 asumió como Presidente de la Unidad Popular Juvenil, donde junto a líderes como Gladys Marín, la combativa secretaria general de la Juventud Comunista y los dirigentes estudiantiles Alejandro Rojas y Manuel Rodríguez, entre otros, coordinó el apoyo de los jóvenes al Presidente Allende.
Pese a su juventud, su capacidad política le granjeó el respeto de militares como Carlos Prats y Alberto Bachelet, de dirigentes de la talla de Clodomiro Almeyda, Orlando Letelier, Luis Corvalán, Bernardo Leigthon, y de nuevas promesas del progresismo como Rodrigo Ambrosio, Luis Maira y Ricardo Hormazábal.
De personalidad retraída, disfrutaba con la música de Joan Manuel Serrat, de Osvaldo “Gitano” Rodríguez y Los Beatles. Y no abandonaba su devoción por el ajedrez. En su sencillo departamento de calle Las Ramadas –frente a La Posada del Corregidor, en el centro de Santiago– tenía cientos de cuadernos y libros con apuntes y descripción de jugadas: “La Defensa India”, “Jaque al Rey” y muchas otras. Una afición que confundiría a los militares que allanaron su hogar después del 11 de septiembre, y que les haría interpretar aquellos indescifrables apuntes como los nombres en clave de siniestras conspiraciones marxistas.
En las decisivas elecciones parlamentarias de marzo de 1973, Carlos fue electo diputado por un distrito de la zona de Valdivia –la agrupación departamental Valdivia, Panguipulli, Río Bueno y La Unión– alcanzando la segunda mayoría y obteniendo una votación significativa entre jóvenes y comunidades campesinas.
La doctora Alicia Villalobos, recién egresada de la Escuela de Medicina, fue su secretaria personal durante esa breve legislatura. Recuerda con nostalgia que, pese a la solemnidad de su rol parlamentario, Carlos mantenía un humor muy particular: “Asumió la Comisión de Deportes de la Cámara Baja y aún recuerdo su respuesta ante un periodista que majaderamente le preguntaba si practicaba algún deporte, con la idea de cuestionar su titularidad en la comisión. Carlos miró muy serio al reportero y le dijo por supuesto: soy ajedrecista, campeón universitario de ajedrez«. Villalobos rememora que «nos reímos todos con la cara que puso el periodista”.
A la altura de 1973, en su rol de diputado y jefe de la JS, Carlos era una de las figuras más importantes del socialismo chileno y protagonista de la vida política del país. Así, luego de la intentona golpista producida el 29 de junio de 1973, Carlos Lorca y una delegación de dirigentes juveniles socialistas concurrieron al Palacio de La Moneda, a expresar su apoyo y solidaridad al general Carlos Prats, por quien sentía un afecto y una admiración muy profunda.
Según Camilo Escalona, entonces presidente de la FESES y uno de los asistentes a este encuentro, Carlos le dijo al militar: “Hemos venido a expresarle nuestro afecto, general, y a pedirle que comprenda que usted es el hombre de uniforme que más se ha ganado el respeto de los trabajadores. El pueblo lo necesita donde está hoy, pues su mando unifica. Por eso quienes se oponen al Gobierno dentro del Ejército quieren que usted abandone el cargo. Su salida del mando, general, será una derrota estratégica para las fuerzas populares”.
Prats agradeció el gesto del joven diputado, pero le informó que el Presidente Allende había aceptado finalmente su renuncia. “Fue enfático al decir que no deseaba ser factor de división en el Ejército, institución a la que había entregado toda su vida. Luego del impacto de la noticia, y de un emocionado abrazo entre el general Prats y Carlos, nos retiramos en silencio hacia el local del PS en San Martín. Reflexivo como era, Lorca dijo ahora el golpe de Estado es inminente’, y luego agregó: “Será feroz y la dictadura será muy larga’. Dos frases que nunca he olvidado. Era un análisis y una previsión que pocos se atrevían a realizar”.
El 11 de septiembre de 1973, luego de retornar de una visita a Valdivia, Carlos se dirigió al local de la JS en la calle Arturo Prat. Allí, junto a dirigentes como Ariel Mansilla, Francisco Mouat, Enrique Norambuena y Mario Zamorano, procedió a eliminar documentos internos y registros de militantes de la JS, entregando las primeras instrucciones para enfrentar el golpe militar en marcha. Después se trasladó hasta el Liceo de Artes Gráficas en San Miguel, el que estaba previsto como punto de concentración para intentar resistir un eventual alzamiento. Con decenas de estudiantes secundarios congregados en ese lugar, escuchó el último discurso de Allende y observó el bombardeo de los aviones de la FACH sobre el Palacio de La Moneda.
Apenas algunos días de producido el golpe, la Dirección de la JS decidió disolver su estructura y volcar todos sus miembros a la tarea de reconstruir el Partido. Carlos se integró al equipo de la Dirección Interior que se constituyó a torno de Exequiel Ponce; Ricardo Lagos Salinas, el integrante más joven de la Comisión Política del PS; y Gustavo Ruz, su antecesor en la secretaría general de la JS. El hecho de sufrir de úlcera gástrica y problemas graves de coagulación, no lo hizo dudar de acometer el complejo desafío.
En la Dirección Interior del PS, Lorca se dedicó en un primer momento al trabajo internacional. Logró contactos con diplomáticos y funcionarios de organismos multinacionales dispuestos a cooperar, política y económicamente, con la resistencia contra la dictadura militar. Daniel, miembro de uno de los equipos clandestinos vinculados al trabajo del ex parlamentario, recuerda que a principios de 1974 Lorca se reunió con el embajador de Alemania Federal, en una residencia bajo protección germana en Viña del Mar, “para hacerle ver su certeza de que Colonia Dignidad ya estaba siendo ocupada por la DINA como centro de detención y que allá estaban trasladando detenidos de Santiago para ser torturados por ciudadanos alemanes”.
Posteriormente, Lorca asumió las relaciones políticas con otras organizaciones, al tiempo que esbozaba los primeros aprontes para la publicación del periódico Unidad y Lucha. En una carta enviada a un contacto en el exterior, Lorca entrega una panorámica de las dificultades y al mismo tiempo de las expectativas del trabajo partidario en el interior:
Carta al PS en el Exterior. Noviembre de 1973.
Poco a poco, nosotros estamos remontando –con cierta ineficiencia por nuestra falta de experiencia en el trabajo clandestino– una situación inicial difícil, ya que la represión afectó fundamentalmente al Partido. Cuatro miembros de la Dirección fueron fusilados (Arnoldo Camú, Eduardo Paredes, Arsenio Poupin y Luis Norambuena); siete u ocho arrestados, algunos de los cuales lo deben estar pasando muy mal (Uldaricio Figueroa y Tito Martínez, brutalmente torturados, Clodomiro, enfermo y en Isla Dawson), algunos otros perdidos; direcciones completas fusiladas (como en el Norte Grande); el Partido muy golpeado en las Provincias; nuestros dirigentes sindicales despedidos; razzia en las universidades y en la salud, y una purga a fondo en la administración pública y el magisterio.
Pese a ello, hemos logrado reconstruir el Comité Central, que es único y cohesionado, de modo que hay que cerrarle la boca a cualquier miserable que invente la existencia de más de una Dirección, sembrando la desconfianza y la desmoralización. Hemos dado los primeros pasos para reconstruir la organización partidaria y el movimiento de masas. Se está logrando un nivel de acuerdos bastante alto con el Partido Comunista y el MAPU Obrero y Campesino, y hay vinculaciones iniciales con personeros de la Iglesia Católica y del PDC, lo que facilita nuestro trabajo acá dentro…
En ese mismo contexto de relaciones con otras fuerzas políticas, Lorca se reunió con Miguel Enríquez, Secretario General del MIR. La cita fue una cumbre entre esa organización y la dirigencia de la UP en el interior del país. Lorca concurrió acompañado por Fernando Ávila, miembro de la Comisión Política del MAPU OC. Junto al jefe del MIR estuvo Humberto Sotomayor, por entonces el segundo hombre de esa organización.
De acuerdo a lo señalado por Ávila, “en la reunión se hizo un intercambio de opiniones respecto de la situación nacional, en donde –desde luego- no pudimos coincidir con el diagnóstico del MIR, aunque se hizo manifiesta la voluntad de ellos y de nosotros en orden a alcanzar niveles de acuerdo respecto de lo que se podía hacer en esos momentos. Recuerdo que Lorca expuso con mucha seguridad la visión crítica que como UP manteníamos respecto de las conductas y consignas del MIR, que sólo servían para paralizar o dificultar la rearticulación del movimiento de masas”.
Según Ávila, “Miguel Enríquez señaló que ellos tenían cientos de comités de resistencia popular, de carácter paramilitar, listos para actuar, y que lo único que faltaba era generar las condiciones políticas para ello, condiciones que nos pedía impulsar a nosotros. Recuerdo que Lorca lo rebatió haciendo un detallado análisis de la coyuntura y un recuento muy completo del real estado del movimiento popular, y de la improcedencia de una política contra el régimen que se hiciera únicamente en los términos propuestos por el MIR”.
Hacia comienzos del año 75, las condiciones de seguridad de los miembros de la Dirección Interior se habían precarizado al máximo. Alberto Galleguillos, profesor y antiguo formador de jóvenes socialistas de la Tercera Comuna, fue otro de los activos colaboradores del trabajo socialista en la clandestinidad. En el marco de sus funciones, Galleguillos recibió el encargo de arrendar una casa de seguridad para los dirigentes del Comité Central. Hasta entonces, contraviniendo la más elemental de las medidas de seguridad, varios de ellos permanecían ocultos en una residencia de la calle Juárez. Mientras se consumó la “operación refugio”, el viejo profesor debió ingeniárselas para ocultar al compañero “Sebastián” durante algunos días.
Así lo relató el protagonista a Jorge Arrate, que incorporó el vibrante testimonio en su libro Memoria de la Izquierda Chilena: “En una pensión en calle Catedral, cerca de Esperanza, en un segundo piso al fondo, mi ex alumno del Liceo Integral, Héctor Provoste, le cedió su pieza, engañando a doña Rosa, la casera, diciéndole que se trataba de un primo que venía del sur a medicinarse. A pocos metros estaba nuestro departamento, donde Lorca comía y se comunicaba con otros dirigentes. Luego lo trasladamos a un departamento de mi hijo en Agustinas. Con ayuda de Julio Durán, exdirigente estudiantil de la UTE, conseguimos un peluquero de confianza que le tiño el pelo colorín, lo maquilló y en una consulta médica de un oftalmólogo de calle Huérfanos, le cambiaron sus gruesos lentes ópticos por otros de contacto. En esos días aumentó mi admiración por Carlos Lorca: cuando muchos socialistas estaban dominados por el pesimismo y la derrota, románticamente Lorca luchaba por mantener la organización viva, activa y conservar la fe en los mejores cuadros de la lucha clandestina. Creía que al final una nueva generación tomaría las banderas de Allende y haría realidad la sociedad socialista”.
“Sebastián” –como se conoció a Lorca en los duros años de la clandestinidad– tuvo un importante rol en la redacción del “Documento de Marzo”, escrito en 1974 por la Dirección Interior, que provocó una polémica en las propias filas del socialismo, al apostar por una alianza antifascista que, incluyendo también a la DC, sentaría las bases para terminar con la dictadura.
El siguiente texto es parte de los documentos que Lorca emitió en este período de lucha en la clandestinidad:
A LAS JUVENTUDES DEL MUNDO
Saludo enviado al Encuentro Internacional de Jóvenes, Caracas, Venezuela, realizado en agosto de 1974
Compañeros Delegados
Compañeros y amigos de Venezuela:
Hubiera querido llegar personalmente hasta ustedes para denunciar ante la juventud del mundo las barbaridades y horrores de que somos testigos y víctimas, para expresarles el saludo combativo y el agradecimiento militante de la juventud chilena por las acciones de esta gran solidaridad y que desde el primer minuto ha alentado nuestra resistencia. Hoy vemos con enorme satisfacción como en torno a la solidaridad con nuestro pueblo se une toda la juventud progresista de América Latina y del mundo.
Este mensaje sale hacia ustedes precisamente cuando, ante las cercanías del mes de septiembre, la justa fascista lanza nueva ola represiva. Septiembre recuerda al pueblo la victoria grandiosa de 1970 y el crimen abominable contra la voluntad popular que comenzó con la muerte de nuestro querido compañero Presidente Salvador Allende, que continúa con la destrucción sistemática de toda forma de expresión democrática y que persigue la eliminación física de todos los partidarios de la Unidad Popular. La Junta de los generales traidores está comprometida en una acción genocida solo comparable a la desatada por la barbarie nazi.
Al aproximarse un año del golpe fascista, reiteramos a ustedes nuestra confianza en la fuerza combativa del pueblo chileno, en la solidez de nuestras organizaciones populares y en la capacidad de estas para sobreponerse a los duros golpes recibidos. Tenemos confianza en que todas las fuerzas democráticas y patrióticas se unirán en el Frente Antifascista que conquistará para Chile una nueva democracia que interprete los anhelos y los intereses de las grandes mayorías.
Sabemos que la lucha del pueblo chileno no es la única que sacude al continente. El imperialismo yanqui, puesto en repliegue, quisiera ver una América Latina de rodillas. Sin embargo, la realidad es otra: en todos los rincones de esta gran patria morena, crece el movimiento de masas que reclama sus justas reivindicaciones. La heroica gesta de la revolución cubana, con sus grandes éxitos en la construcción del socialismo, constituye un ejemplo que millones de trabajadores se encuentran cada día más dispuestos a seguir.
Nuestro pueblo y su juventud, educados en el internacionalismo, apoyan decididamente los amplios objetivos de este evento de Caracas. No es una casualidad que Venezuela, la patria de Bolívar, reuna hoy a la juventud del mundo, para solidarizar con la justa lucha del pueblo chileno y para expresar su voz combativa en contra del fascismo, por las libertades democráticas y por el respeto a los derechos humanos en América Latina.
El fascismo no logrará avasallar a nuestro pueblo. En cada rincón de Chile crece la resistencia silenciosa y masiva de los obreros que han ido a la huelga ofreciendo sus vidas para conquistar el pan para sus hijos, de los estudiantes que en las universidades y en los liceos hacen circular volantes clandestinamente, de la juventud trabajadora que raya las murallas con las consignas de la unidad para derrocar a los fascistas, de las madres y de las esposas que reclaman a sus seres queridos en las mismas puertas de los cuarteles. El pueblo entero comienza a llamarlos por lo que son: asesinos vendepatrias.
¡GLORIA ETERNA A LA MEMORIA DEL PRESIDENTE ALLENDE!
¡VIVA LA HERÓICA RESISTENCIA ANTIFASCISTA!
¡VIVA LA SOLIDARIDAD INTERNACIONAL!
El martes 25 de junio de 1975, en compañía de la joven asistente social Carolina Wiff, Carlos fue detenido por la DINA en la casa de seguridad de calle Maule. Pocos días antes de su captura, Carlos se reunió con su hermano Jaime, a quien manifestó su convicción de que pronto sería detenido, y que no saldría vivo de la experiencia: “Ya habían caído algunos compañeros vinculados a la Dirección del Partido y Carlos mostraba perfecta claridad y resignación. Me permití sugerirle la conveniencia de que saliera del país, con los otros compañeros de la dirección. Se negó, argumentando que su lucha solo tenía sentido y razón en la resistencia en el interior del país”.
Al momento de su secuestro, tenía 30 años. Estaba casado y tenía un hijo.
El socialista Eduardo Riffo fue un valioso testigo de la reclusión de Lorca en la Villa Grimaldi. El 25 de junio de 1975, alrededor de las 16:00 horas, escuchó que ingresaba al recinto un gran número de vehículos, que hacían sonar sus bocinas. Se oían gritos insistentes de “Lorca, Lorca”. Había un gran ajetreo y alboroto. El miércoles 2 de julio del mismo año, alrededor de las 10:00 de la mañana tuvo lugar una visita inspectiva al recinto. Como estaba vendado, no pudo ver de quién se trataba. Pero sí pudo escuchar que cuando le informaron que Lorca y Ricardo Lagos se encontraban detenidos, el misterioso visitante se mostró interesado y pidió ver las celdas de ambos detenidos.
Luego, el 3 de julio de 1975, cuando Riffo fue sacado de La Torre para barrer el patio, vio en una celda, atado a una litera, a Carlos Lorca, quien simulaba tener carraspera para llamar así la atención de otros detenidos.
El detenido Sergio Hernán Gajardo, cuando lo trasladaron a Villa Grimaldi el 11 de julio de 1975, lo ingresaron en una pieza de madera, de tres por tres metros, sin ventanas, en donde había un camarote de fierro con tres camas. Se instaló en una y un guardia le espetó: “Esa es la cama de Lorca, ubícate en la última de arriba”. Alrededor de las 06:00 horas de la mañana, fue sacado para barrer una especie de patio. En eso estaba, cuando escuchó que uno de los guardias dijo: “Traigan a Lorca”. Levantó la vista y vio al joven socialista, quien iba vestido con un terno plomo, camisa blanca y zapatos negros. Más que caminar, era llevado por varios guardias: daba la impresión de que si lo soltaban se iría de bruces al suelo. Lo llevaron en dirección a una pieza en donde había una mesa, una silla y una máquina de escribir. Allí, uno de los guardias le dijo: “Bueno, doctor, va a llenar este cuestionario, sin dejar ninguna pregunta sin contestar”. Luego de un breve tiempo, agregaron: “Queremos que las respuestas sean lo más completas posibles, hay que contestarlas todas”. Al parecer, el mismo Carlos Lorca escribió a máquina, lo hacía muy lentamente.
El 12 de julio de 1975, Gajardo se comunicó por primera y última vez con Lorca, cuando ambos se encontraban ya en la celda. “Soy Carlos Lorca, soy médico, si sales vivo de aquí, di que estoy detenido”, le dijo. Nunca más lo volvió a ver.
En septiembre de 1975, Edwin Patricio Bustos se encontraba recluido en Villa Grimaldi siendo torturado. En una ocasión, cuando era interrogado por Osvaldo Romo Mena, lo amenazó con colgarlo de los testículos, “al igual como lo habían hecho con Carlos Lorca”.
Por Carlos Lorca se presentaron numerosos recursos de amparo, varios desde Italia, Francia, México y Canadá. La familia interpuso el amparo rol N° 806–75, el 1 de julio de 1975 en la Corte de Apelaciones de Santiago. La dictadura, como en los otros casos, negó su detención. El ministro del Interior, Raúl Benavides Escobar, respondió en dos oportunidades a la Corte, el 9 y el 18 de julio, que no se encontraba detenido por orden de la Secretaría de Estado. En virtud a estos informes se rechazó el recurso de amparo el 25 de julio de 1975. Se apeló de la resolución a la Corte Suprema, adjuntando a la presentación las declaraciones de cinco personas que fueron testigos de la detención del afectado.
El tribunal ofició a la DINA, obteniendo como respuesta un oficio del ministro del Interior, en el que se señalaba que carecía de antecedentes relacionados con “el referido Lorca”, agregando que en el mismo sentido se había pronunciado la Dirección de Inteligencia Nacional el 13 de agosto de 1975. Así, se confirmó el fallo de la Corte de Apelaciones el 18 de agosto de 1975. Los antecedentes fueron remitidos al 4° Juzgado del Crimen, en donde se abrió el proceso Rol N° 107.782 por presunta desgracia. Prácticamente sin diligencias, se cerró el sumario el 13 de junio de 1977, sobreseyendo la causa el 15 de junio del mismo año, y el 1° de agosto la Corte de Apelaciones confirmó el fallo.