Un mateo en la resistencia
Eduardo Muñoz Tapia provenía de una familia de tradición socialista. Esmila Tapia, su madre, había trabajado en la organización de centros de madres y en las campañas parlamentarias de Mario Palestro y Laura Allende. La familia vivía en la Población Colón América, en la antigua comuna de San Miguel.
Al igual que muchos jóvenes de la zona sur, Eduardo fue matriculado en el Liceo N° 6 de Hombres de San Miguel (actual Liceo Andrés Bello), en donde se vinculó con el núcleo de la JS que operaba al interior de ese establecimiento. Era apenas un adolescente, pero ya destacaba entre sus compañeros por una personalidad extrovertida y amable, y por un buen humor que nunca abandonaba.
Sus flamantes amigos se agrupaban en el núcleo Simón Bolívar, y entre ellos se encontraban Rigo Quezada Videla, Camilo Escalona Medina, Sergio Lobos, Juan Carlos Marín y Sergio Hormazábal. Junto a ellos participó en todas las actividades sociales, deportivas, políticas y culturales que la JS desarrollaba en poblaciones y liceos de San Miguel, La Cisterna y La Granja. Todo ello, sin descuidar jamás su rendimiento escolar.
Dirigente precoz
Fue presidente de curso, consejero y presidente subrogante del Centro de Alumnos del Liceo 6. Además, resulto electo Tesorero de la Junta de Vecinos de su población. Aunque en esta última elección obtuvo la mayoría absoluta, no pudo asumir la presidencia en razón de que aún no cumplía su mayoría de edad.
Conciliando su activismo estudiantil y poblacional, Lalo formó centros juveniles y núcleos socialistas en toda la comuna de San Miguel. Por medio de su gestión, jóvenes liceanos y pobladores asistieron a escuelas de formación política –dictadas por Luis Lorca- que se hacían los fines de semana en las aulas del Liceo 6.
Participó en las movilizaciones que los secundarios desarrollaron durante 1969: en contra de la implantación del Servicio Militar Escolar Voluntario; en solidaridad con los campesinos que luchaban por la Reforma Agraria; en rechazo a la visita del enviado presidencial estadounidense Nelson Rockefeller; en apoyo a sus compañeros del Instituto Superior de Comercio N° 2 y en demanda de cambios a las normas que regulaban la autonomía de los Centros de Alumnos. Lalo también respaldó la decisión de la JS de romper relaciones con los comunistas en la FESES en noviembre de este año, lo cual terminó resultando en una fractura de la organización.
Durante el Gobierno Popular, Eduardo asumió como Secretario de Organización de la Seccional Ho Chi Min y formó parte de la dirección del Regional Sur de la JS. Participó en la creación de la Seccional Elmo Catalán, y gestionó la participación de la madre y hermanos del periodista caído en la guerrilla del Che en el acto de constitución de esa nueva estructura partidaria.
En la FESES y con el Gobierno Popular
Tuvo una activa participación en la campaña que la izquierda asumió para recuperar la FESES, controlada por la Juventud Demócrata Cristiana desde 1971 y que había empujado a esa organización a una política de creciente conflicto con el Gobierno Popular. Pese a que el propio Presidente Allende y otros dirigentes socialistas deseaban que Lalo fuera el candidato de la UP, finalmente la responsabilidad recayó en su amigo Camilo Escalona. La pugna con la DC culminó en noviembre de 1972 en un nuevo quiebre de la Federación, entre la oposición de centro–derecha y los jóvenes de izquierda. Eduardo fue uno de los cientos de liceanos allendistas que se congregaron en el frontis de la Biblioteca Nacional a celebrar el triunfo de la lista de izquierda, liderada por Camilo Escalona y por la joven representante de las JJCC, Lina Rivas.
En los Trabajos Voluntarios de Osorno y de Cabildo, Lalo estuvo a cargo de los secundarios de la JS. En estos últimos, en donde miles de jóvenes allendistas construían una represa para integrar nuevas hectáreas a la producción agrícola del sector, murió ahogado Bernardo Urrea, un liceano socialista de 17 años. Lalo Muñoz solicitó a Carlos Lorca que gestionara ante el Presidente Allende bautizar la represa con el nombre del malogrado secundario. Mediante un Decreto Ley, Allende accedió a la solicitud de Lalo y al homenaje a su compañero.
En 1972 egresó de la enseñanza media y rindió la Prueba de Aptitud Académica, siendo uno de los más altos puntajes nacionales de esa promoción. Cuatro universidades extranjeras lo invitaron a estudiar en sus aulas. Finalmente, decidió cursar la carrera de Economía Política en Bulgaria, opción que desechó debido a una repentina enfermedad de su madre. Aceptó un ofrecimiento para estudiar Ingeniería Industrial en la Universidad Técnica del Estado, al tiempo que, paralelamente, se matriculó en la carrera de Economía.
Rearticulando al Partido
Su amiga Mónica Hizaut, también militante de la JS y alumna del Liceo N° 8 de Niñas de San Miguel, recuerda que en los meses previos al golpe Eduardo estaba totalmente vinculado a tareas del Frente Interno, en concreto en el área de las comunicaciones y organización. Fue a partir de estas nuevas funciones que, después del alzamiento militar, se integró al trabajo de apoyo a los dirigentes socialistas en la clandestinidad, consiguiendo casas para Carlos Lorca, Ricardo Lagos y Exequiel Ponce, que constantemente requerían cambiar de domicilio.
Según su hermana Lucina, Lalo, se las ingenió para generar alternativas de auto empleo, para mantener a las familias de militantes presos o exonerados de sus trabajos. “Ilumíname Lenin!, decía mi hermano, para que le resultara la venta de talco y de cosméticos casa a casa, con la que intentaba conseguir recursos para la solidaridad con los presos y los clandestinos”, recuerda Lucina.
Mónica, que vivía en un departamento en la Villa Olímpica, fue contactada por Eduardo, quien le pidió ocultar en su casa a un alto dirigente partidario, muy buscado por los servicios de inteligencia militares. Luego de consultarlo con su madre –también militante del PS–, Mónica accedió a la colaboración que le pedía su amigo.
Eduardo llevó al dirigente al departamento en un momento en que allí sólo se encontraba la madre de Mónica. Cuando ella finalmente llegó a su hogar, grande fue su sorpresa al encontrarse cara a cara con el alto dirigente partidario que le habían pedido ocultar: el peligroso cuadro parecía apenas un niño. No fue sino hasta dos meses más tarde que se enteraría que el muchacho aquel -que se hacía llamar “Renato”- era Ricardo Lagos Salinas, uno de los miembros más buscados de la Dirección del PS en la clandestinidad.
El día 1 de agosto de 1974, a las 5 de la madrugada, Eduardo fue detenido por agentes de la DINA en su nuevo domicilio, en la Villa Carlos Cortés, ubicada en la actual comuna de San Ramón, en un operativo que buscaba estrechar el cerco en contra de los equipos de apoyo a la dirección socialista. Al día siguiente, fue detenido en el mismo sector el obrero Luis Toledo González, también militante del PS. En los dos casos, los sujetos afirmaron ser miembros de la Policía de Investigaciones.
El 6 de agosto, los cuerpos acribillados de ambos fueron encontrados al interior del Fundo La Laguna, en la comuna de Maipú, con múltiples impactos de bala. Cada uno con un cartel colgado al cuello que decía “por soplón, la Resistencia”. Una vez más, los agentes de la dictadura pretendían aparecer un nuevo crimen como un ajuste de cuentas entre militantes de la izquierda.
Luego de que el cuerpo de Lalo fuera entregado a sus familiares, el 10 de agosto un triste y contenido cortejo fúnebre salió desde la Villa Carlos Cortés rumbo al Cementerio Metropolitano. Detrás de la carroza, un auto llevaba a sus padres, mientras que un puñado de vecinos y amigos se apretaba en una micro, en medio de un insólito despliegue policial. Aún así, desde los blocks de departamentos y desde las puertas de sus casas, muchos hombres y mujeres agitaron pañuelos blancos al paso del cortejo.
En 1991, el Informe Final de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación se limitó a manifestar su “convicción” de que fueron muertos “por motivaciones políticas, en violación de sus derechos humanos”, pero manifestó “carecer de antecedentes para determinar quienes fueron los autores”.
Al momento de su ejecución, Eduardo tenía 21 años de edad.
Lalo: en nuestra memoria siempre
Han transcurrido ya muchos años desde el momento en que, siendo adolescentes, nos encontramos en nuestro quehacer como estudiantes secundarios comprometidos con la realidad política y social del país. Nos conocimos a fines de 1970, durante una visita que realizamos los alumnos del Liceo 6 y las alumnas del Liceo 8 a una toma en la comuna de San Miguel, en la que entregamos alimentos, juguetes y un momento de entretención a los niños y las niñas del lugar. A partir de ese momento nuestra amistad se mantuvo entrelazada por nuestras vivencias llenas de energía y alegría, soñando siempre con ese futuro que estábamos dispuestos a construir para alcanzar una sociedad más justa y solidaria.
Lalo: te recuerdo con tu tranquila y comprometida actitud, participando en los trabajos voluntarios que realizábamos en distintos lugares, tu siempre de buen ánimo y con lo que más me gustaba de ti, ese humor tan especial que nos hacía reír, porque siempre tenías una salida divertida que lograba romper el hielo o la solemnidad. Aunque eras algo silencioso e introvertido, en el momento preciso siempre te las arreglabas para romper la gravedad que algunos le daban a su discurso. Siempre te vi. tranquilo sin hacer alardes de tus capacidades.
Te recuerdo al reconstruir aquellas imágenes de nuestras idas a los trabajos voluntarios, primero recolectando ropa y alimentos por las calles cercanas a nuestros liceos y luego trasladándonos llenos de entusiasmo, alegres, cantando esas letras que nos llamaban a comprometernos con los cambios sociales, y gritando las consignas que expresaban el contenido de nuestra lucha.
En una oportunidad fuimos a un campamento del sector de La Pintana, trabajamos todo el día ayudando a los pobladores a levantar sus mediaguas; al atardecer, ya cansados, nos dispusimos a esperar el bus que nos traería de regreso, tu bromeabas diciendo que nos tendríamos que quedar en el lugar, que no nos irían a buscar, lo que por poco ocurrió. Al hacerse tarde te ofreciste amablemente para irme a dejar a la casa y evitar el posible reto de mi familia. A partir de ese momento, las compañeras de mi núcleo comenzaron a hacerme bromas, me gritaban tu nombre a través de la ventana de la sala, haciendo creer al resto que éramos más que amigos.
Transcurrió el tiempo y nuestra amistad se fue haciendo mayor a través de todas las actividades que desarrollamos en los Centros de Alumnos, en la Juventud Socialista y en la FESES. Recuerdo las acciones de propaganda, nuestros lienzos, rayados, asambleas y esas reuniones en la casa de un compañero, que por estar cerca de nuestros colegios era el lugar preferido para programar y organizar nuestras actividades. Tú llegabas serio y callado pero luego decías algo divertido y alegrabas la reunión, contagiándonos a todos.
Para las elecciones de la FESES trabajamos por nuestra lista de la Unidad Popular y cuando ganamos fuimos en una marcha a celebrar, allí nos encontramos, que contentos estábamos, sentíamos que habíamos recuperado la FESES para la causa del pueblo.
Lalo: te recuerdo esperándonos a la salida del colegio, para entregarnos las últimas informaciones, para saber cómo estábamos, para irnos a nuestras reuniones, o bien para invitarnos, junto a otros compañeros, a almorzar a tu liceo. No olvido aquellas grandes concentraciones y actos culturales en los que nos encontrábamos y compartíamos con nuestros compañeros, adolescentes y socialistas todos, militantes puros y sinceros, jóvenes de mirada limpia y con toda la esperanza puesta en el futuro.
Te recuerdo esperándome silenciosamente en el living de mi casa, cuando ya había ocurrido el golpe y la dictadura seguía tus pasos. Pero tú habías decidido quedarte en Chile cumpliendo nuevas tareas, con ese compromiso y esa consecuencia que siempre habías tenido.
Lalo: fuiste un gran amigo y compañero, tu lucha y tu entrega en nuestra memoria por siempre.
Testimonio de Mónica Hizaut, profesora y exmilitante de la JS