Jorge Claudio Aravena Mardones, nació el año 1950 soltero. Vivía en calle Pedro Luna de la Población San Joaquín, antigua comuna de San Miguel. Cursó sus estudios secundarios en la Escuela Industrial San Miguel y posteriormente, en el año 1969, ingresó a estudiar la carrera de Química en la Universidad Técnica del Estado, en la que tuvo ramos hasta el año ’73.
Jorge tuvo una historia personal íntimamente ligada a otros jóvenes de la Población San Joaquín, entre los que estaban los hermanos Alfredo y Juan Carlos Merino, y Juan Domingo y Ángel Arias, con quienes estableció una férrea y temprana amistad al calor de la vida cotidiana en ese tradicional sector de la comuna de San Miguel, contiguo a la Población La Victoria. Los juegos infantiles al principio, los partidos de fútbol, las fiestas y los primeros escarceos con el amor después, los unirían en una complicidad que, ya adolescentes, llevaría a Jorge y a los demás a integrarse a una común militancia en la Juventud Socialista.
Líder juvenil en la Población San Joaquín
Ángel Arias, hermano mayor de Juan Domingo, así lo recuerda: “Jorge Aravena tenía diez años y yo nueve cuando nos conocimos. Siempre me llamó la atención el poco interés y aún menor talento suyo para jugar a las bolitas, al trompo o a los volantines. En cambio, y quizás de manera compensatoria, teníamos la inmensidad de la vía férrea del tren al sur, allí, a escasas cuadras de nuestros hogares. El momento culminante de nuestros juegos con Jorge era correr y llegar primero al otro lado del paso sobre nivel de la calle Carlos Valdovinos, equilibrándonos sobre los rieles”.
Fue precisamente de vuelta de una de aquellas jornadas cuando Jorge y sus amigos se encontramos un día frente a un afiche que hablaba sobre la Revolución Cubana y sobre un canje de prisioneros estadounidenses por tractores para los campos del primer territorio libre de América. “Nos acercamos todos a leer y entre nosotros se produjo un no disimulado fervor que nadie pudo controlar. Nos volvimos riendo y comentando que Fidel Castro nos resultaba simpático y que seguro nos ganaba a todos en la carrera sobre los rieles del tren. Era el comienzo de una afinidad política que se inició así, a temprana edad, con Jorge y nuestros respectivos hermanos”, señaló Ángel.
La efervescencia social y la movilización política de fines de los 60 coincidieron con el paso a la enseñanza secundaria de la mayoría de los amigos del barrio. Eran los estertores del Gobierno de Frei y la juventud chilena expresaba con sus marchas y tomas su repudio al alza del pan, a la intervención norteamericana en Vietnam y la seguidilla de golpes militares en Argentina, Brasil y Bolivia. Como estudiantes secundarios, las movilizaciones también rechazaban la conscripción militar en los liceos, una iniciativa que contaba con el aval de la administración del PDC. Jorge Aravena, mientras cursaba sus estudios secundarios en el Liceo Industrial de San Miguel, participó con singular entusiasmo en esas actividades.
Al frente de la JS
En la Población San Joaquín, la organización política que logró capitalizar todo ese entusiasmo adolescente fue la Juventud Socialista. En 1970, había crecido tanto que prácticamente la totalidad de los viejos amigos del barrio militaban en ella. Era el caso de Jorge Aravena, que oficiaba de líder indiscutido y natural, como también de su hermano Luis, de Rosa, Brígida, Margott, Alfredo y Juan Carlos Merino; de Ángel, Leonardo y Juan Domingo Arias; de Alejandro Cid, Martín Saavedra, Uberlinda Rodríguez, Cecilia Cerna y muchos más.
A la fecha del triunfo de la Unidad Popular, había cuatro núcleos (José Martí, Kim Il Sung, Che Guevara y Manuel Rodríguez) actuando en la población con más de un centenar de jóvenes que participaban activamente en las actividades sociales, culturales y deportivas que la JS impulsaba en el sector.
La intensa actividad política, lejos de disminuir, aumentó durante los mil días de la Unidad Popular. Los viejos amigos fueron poniéndose a la cabeza de tareas organizativas y de masas, por lo que no fue extraño que Jorge fuera electo presidente de la Junta de Abastecimiento y Precios (JAP) en el sector. Además, participaba en el núcleo José Martí y era parte del Departamento Nacional de Organización de la JS. Por aquellos días, estudiaba Química en la Universidad Técnica del Estado, al tiempo que trabajaba como asesor del director general de la Policía de Investigaciones, Eduardo Paredes.
Durante esos tres años de la UP, uno de los principales desafíos del grupo fue enfrentar las reiteradas acciones desestabilizadoras de la oposición. Durante el paro de los camioneros en octubre de 1972, que intensificó el desabastecimiento y el mercado negro, la JAP del sector, dirigida por Jorge, logró asegurar la distribución de todos los productos de primera necesidad. Al tiempo que se explicaba a los vecinos las razones del problema, todos los militantes se movilizaban en la tarea de conseguir vehículos para distribuir las mercaderías.
Resistiendo el golpe militar
El 11 de septiembre constituyó la más dura prueba de lealtad y compromiso a la que se enfrentó aquel puñado de jóvenes militantes. Al escuchar las primeras informaciones sobre el golpe, todos los núcleos llevaron a cabo lo que habían acordado: reunirse en la escuela básica del sector para preparar la resistencia. Cada uno asumió tareas específicas, mientras algunos trasladaban las granadas caseras y las bombas molotov que se alcanzaron a preparar, siempre bajo la conducción de Jorge Aravena.
Ángel Arias rememora que a las 15:00 horas el grupo sólo tenía informaciones imprecisas: “Se decía que los alumnos de la Facultad de Ingeniería vendrían a apoyar nuestro precario foco de resistencia; que desde el Cordón Cerrillos –muy próximo a la Población- también avanzaban grupos de trabajadores allendistas; que había que ir a la Población La Legua a apoyar a la gente que allí combatía. Jorge Aravena, que con sus 23 años era el líder natural e indiscutido del grupo, decidió que lo más responsable era quedarse a defender la población”.
Ese día, Jorge llegó temprano a la población. Desde su trabajo en la Policía de Investigaciones, había logrado sacar una subametralladora y tres cargadores. En la población se hizo cargo de la organización de cerca de 80 combatientes, en su mayoría jóvenes y adolescentes, con escasos medios de combate. Al llegar se enfrentó con una patrulla policial que arrinconaba a un importante número de jóvenes pobladores y militantes socialistas, logrando evitar su detención. Luego de la escaramuza con carabineros, las horas transcurrieron en un ambiente tenso de intranquilidad y espera. Ángel comenta que Jorge y todos los otros tenían la convicción de que el enfrentamiento llegaría de un momento a otro.
Cerca de las 16:00 horas, un jeep del Ejército, premunido con una ametralladora Punto 30, entró velozmente a través de la calle Marinero Caro, esquivando las trincheras cavadas por los jóvenes. Jorge logró herir al soldado que iba a cargo de la poderosa arma, mientras decenas de pobladores apedrearon el vehículo militar. Durante el resto de la tarde, obedeciendo las instrucciones impartidas por Jorge, los militantes del núcleo José Martí lograron mantener a raya a los militares golpistas.
Hacia las 20:00 horas, un grupo de soldados fue acorralado por los jóvenes combatientes, siendo conminados a entregar sus armas. Los militares lograron huir, y a eso de las 21:30 horas, un camión de la FACH llegó con todo un contingente de efectivos. A partir de ese instante se produjo el combate: los jóvenes lanzaron una granada a un jeep militar, los golpistas incrementaron el fuego en las calles de la población. Pronto el combate se tornó dramáticamente desigual. Entre los militantes de la JS cundió la dispersión, unos se parapetaron en los jardines o detrás de los bancos de cemento de las plazas. El ruido sordo de las armas hacía difícil cualquier intento de comunicación.
En medio del desbande y fuego cruzado entre los militares y los defensores del Gobierno Popular, un piquete de soldados cercó a un grupo de combatientes, en la contigua Población La Victoria. Jorge corrió hacia ese sector y abrió fuego contra los militares, permitiendo la rápida evacuación de los jóvenes allendistas en apuros. En un momento, quedó sólo frente a cinco soldados de la FACH, siendo herido en un pie y desplomándose al suelo. Sin rendirse se enfrentó a ellos, hasta que resultó acribillado a quemarropa por los militares, recibiendo tres balas, en el pecho, una en el cuello y otra en la pierna. Sus compañeros lograron rescatar el cuerpo, y durante toda la noche del 11 al 12 de septiembre le protegieron del asedio militar.
Durante el transcurso del día 12, Jorge recibió el homenaje de los pobladores del sector, para ser llevado unos días más tarde al Cementerio General, en medio del recogimiento y el dolor de sus amigos y compañeros.
Cuando cayó en combate en las calles de su población, Jorge tenía 23 años.