Justino Vásquez nació el 29 de junio de 1939. Casado con Tania González y padre de cuatro hijos (Marcelo, Vladimir, Justino y Valentina) se desempeñaba como profesor y contador. Dirigente del Partido Socialista en la comuna de San Fernando, hasta el golpe militar fue regidor del PS por esa comuna de la actual Sexta Región y Secretario Político del Consejo Directivo de la Central Única de Trabajadores de la Provincia de Colchagua.
Había estudiado en horario nocturno, titulándose, con mucho esfuerzo, como Contador en el Instituto Comercial de San Fernando. Sus compañeros lo recuerdan como un militante muy especial, sobre todo por su carácter serio e introvertido, además de su rostro pálido y su baja estatura. Según los que lo conocieron, sobresalía por su honestidad y transparencia política, por la firmeza con que defendía sus posiciones y por la fuerza de sus principios en defender la causa de los trabajadores.
Tras el golpe militar de septiembre del 73, continuó trabajando como profesor de educación básica, sin ser molestado -aparentemente- por las nuevas autoridades militares que se hicieron cargo del control de la ciudad. Una situación que contrastaba con la suerte corrida por decenas de sus compañeros del PS, que ya desde mediados de septiembre comenzaron a ser detenidos por los militares, atestando la cárcel local.
José Antonio Guzmán, también militante socialista, era uno de los cien prisioneros políticos detenidos -a noviembre de 1973- en el Regimiento de Infantería N° 19 Colchagua, en la ciudad de San Fernando. Ninguno de los detenidos había sido acusado formalmente de ningún cargo, menos condenados. Sus abogados les decían que se encontraban presos bajo la Ley de Estado de Sitio, que permitía a las nuevas autoridades detener por tiempo indeterminado a personas que estas estimaban que poseían algún tipo de liderazgo sindical o estudiantil y que, por lo mismo, podían ser consideradas un peligro para la estabilidad y gobernabilidad de la Junta Militar.
En conversaciones con otros compañeros del PS, Guzmán señala que les llamaba la atención que, siendo Justino uno de los más importantes militantes del Partido en San Fernando, no hubiese sido detenido hasta la fecha, y que siguiera trabajando como profesor, circulando en forma aparentemente normal por la ciudad. “Hacíamos esa reflexión porque Justino era un militante muy conocido, como regidor del Partido en la Municipalidad de San Fernando y como dirigente regional de la CUT”.
Días después, los presos socialistas recibieron la visita de otros militantes del Partido, Jorge Hidalgo y Héctor Cornejo, quienes les informaron que Justino les había avisado que estaba siendo muy vigilado por la inteligencia militar, que lo estaba siguiendo por todas partes, con el fin de descubrir cuales eran sus contactos y puntos de encuentros con gente del PS. En consecuencia, estaba tratando de no involucrar a más gente del Partido, evitando contacto con los militantes y tratando de llevar una vida familiar y laboral normal. “Nosotros entendimos perfectamente su comportamiento, que duró un poco más de dos meses, hasta que fue apresado y desapareciendo hasta nuestros días”, cuenta Guzmán.
Efectivamente, tras su rutinaria labor de maestro, Justino intentaba ocultar la intensa vida política que había tenido hasta el momento del golpe, no sólo como regidor y secretario provincial de la Central Única de Trabajadores, sino también como secretario regional del Partido Socialista en los meses más convulsionados del Gobierno Popular, cuando el Presidente Allende requería más que nunca el apoyo de los partidos de la UP, a esa altura ya irremediablemente dividida en dos opciones estratégicas irreconciliables.
La mañana del 20 de noviembre, San Fernando amaneció con esa tranquilidad propia de los días soleados en provincia. Como todos los días laborales, Justino se levantó temprano para abordar el automotor de las 7:30 de la mañana, en el que solía viajar unos siete kilómetros para llegar a la Escuela Básica Polonia, donde hacía clases de gimnasia a niños y niñas de primaria.
Esa misma mañana, en el regimiento de Infantería de Montaña Nº19 “Colchagua”, con asiento en San Fernando, el capitán Ricardo Manríquez, desde muy temprano, alternaba sus tareas entre la Sección II de Inteligencia del Ejército en la zona y su cargo como flamante jefe del cuartel de la Policía Civil de Investigaciones en la ciudad. El Ejército había intervenido a esa institución e instaló allí al capitán Manríquez, para dirigir la represión y ordenar las detenciones de quienes eran considerados como elementos peligrosos o subversivos. Hacía rato que Justino integraba esa nómina de objetivos de la inteligencia militar.
Ese día, el profesor Justino Vásquez no llegó a su trabajo, y como cientos de chilenos, desapareció para siempre. De acuerdo a informaciones proporcionadas por testigos que pasaban por el lugar, Justino fue detenido el día 20 de Noviembre, a las 7: 30 de la mañana, entre las calles O’Higgins y Quechereguas, frente a la Escuela Técnica Femenina, cuando iba en camino a abordar el tren que lo llevaba diariamente a su lugar de trabajo, ubicado en la Escuela de Polonia, al norte de San Fernando. En efecto, cuando caminaba rumbo a la estación de ferrocarriles, fue interceptado por una camioneta blanca y tres individuos armados, vistiendo de civil, se bajaron, lo detuvieron y lo forzaron a subirse junto a dos de los tipos en la parte posterior del vehículo, el que en cosa de segundos, desapareció a gran velocidad.
Su esposa, Tania González, enterada de la desaparición de su marido, hizo todas las gestiones y diligencias para saber el paradero de Justino Vásquez, preguntando por él en Investigaciones, en Carabineros y en el Regimiento Colchagua, y en todas partes la respuesta era la misma: no estaba detenido y no sabían nada de él.
Un ex prisionero político de San Fernando, Pedro Videla Hormazábal, declaró en el juicio por Justino Vásquez que el carabinero de esa ciudad Carlos Becerra Herrera, le dijo un día que al profesor Vásquez “lo tiraron al mar en Pichilemu”.
De acuerdo a la información consolidada de la Fundación Documentación y Archivo de la Vicaría de la Solidaridad, basada en el Informe Rettig y el complementario, Justino Vásquez aparece, hasta ahora, como el único detenido desaparecido de la VI Región. Por otra parte, de acuerdo al Informe Final de las Fuerzas Armadas a la Mesa de Diálogo, en donde estas informaron sobre el destino final de 200 desaparecidos, si bien entre los 151 detenidos de los que se afirma fueron arrojados al mar no aparece el profesor Justino Vásquez, sí figuran 17 lanzados al “mar frente a Pichilemu”.
Al momento de su detención, Justino Vásquez tenía 34 años de edad