Mireya Herminia Rodríguez Díaz nació el 7 de Diciembre de 1941, en Ovalle, al interior de la actual Cuarta Región. Sus padres eran Pablo y Herminia, los que también crecieron en esa comuna del norte chico, en medio de campos verdes y cerros y bajo la caricia de un clima benévolo.
Mireya cursó las preparatorias en la Escuela Superior Nº 2 de Ovalle, donde se destacó como buena alumna y mejor compañera. De allí se trasladó a vivir a La Serena, continuando sus estudios en la Escuela Normal de esta ciudad. En ese establecimiento cursó hasta Sexto Año de Humanidades. Tenia cerca de 15 años cuando su madre falleció en Ovalle, lo que la obligó a interrumpir sus estudios y volver a su ciudad natal, a vivir en el hogar de su abuela materna.
Convertida ya en una jovencita, emulando a muchas chicas provincianas de su edad, decidió viajar a Santiago para ampliar sus posibilidades de estudio y trabajo. En la capital fue acogida por familiares y amigos. Pese al ritmo acelerado que parecía marcar la vida en la ciudad, tan distinto a la abúlica vida de provincia, Mireya fijaría en Santiago su residencia definitiva.
Procurando integrarse rápidamente al mundo laboral, cursó estudios de laboratorista dental y posteriormente de secretariado, los que pronto le permitieron emplearse en la CORFO, entidad en la que se desempañará hasta el mismo 11 de septiembre de 1973, fecha en la que fue exonerada de su cargo.
Físicamente, era una mujer atractiva: estatura media, pelo negro brillante, casi liso y siempre cortado a la altura del mentón, rasgos faciales proporcionados, ojos café oscuros y piel morena pálida. De contextura delgada, bonita figura, manos delgadas y pequeñas, uñas cortas –siempre sin pintar–, le gustaba vestir impecable, con zapatos de taco alto que se esmeraba en combinar con el color de sus carteras. Se maquillaba poco: cuando mucho, algo de rimmel y delineador para destacar la intensidad y el brillo de su mirada.
Quienes la conocieron, la recuerdan como una mujer que siempre fue sociable, conversadora, leal con la familia y sus amigos. Gozaba con las cosas simples de la vida: un paseo al aire libre, los almuerzos de fin de semana con la familia o un “tecito” conversando con sus viejos amigos. Durante todos los años que vivió en Santiago nunca dejó de visitar o preocuparse de sus más cercanos, de los amigos o familiares. Ellos siempre la recibían con inmenso cariño y afecto.
Mujer de su época, le gustaba andar a la moda, lo que incluía, por supuesto, el uso de minifaldas, prenda que definió una nueva actitud en toda una generación de mujeres jóvenes. Solía ir a fiestas y le gustaba bailar, aunque su mayor lujo era ir al cine, a disfrutar de los programas dobles que se exhibían rotativamente en los antiguos cines del centro.
Durante los años en Santiago, se empezó a dar cuenta de la injusticia social que campeaba en muchas zonas del país, y que en la capital parecía hacerse más evidente. Por esos días buscó alguna forma de ayudar a los más necesitados, y es así que comenzó a recolectar ropa usada entre sus amigos y familiares, la que entregaba periódicamente a los Traperos de Emaús, organización de inspiración cristiana y progresista que juntaba la ropa y la repartía a familias en situación de pobreza. Esa actitud, ese compromiso desinteresado por el prójimo, según los que la conocieron, formaban parte de su vida, constituían una expresión de sus valores, su experiencia personal y su peculiar manera de ser.
Hacia 1970, una nueva elección presidencial se acercaba y Mireya se interesó por las ideas de cada una de las candidaturas presidenciales, intentando ver cual ofrecía cambios y oportunidades reales para los más postergados. El candidato de la Unidad Popular pasó a ser su preferido. Por entonces, el estribillo popular que sus adeptos entonaban, decía: “Contárselo, decírselo y volvérselo a decir, que el 4 de septiembre Salvador Allende va a salir”. Mireya también lo coreó, cuando junto a sus amigos o a sus compañeras de trabajo se unía a las festivas manifestaciones de apoyo a la candidatura de la izquierda. No fue extraño que terminara en las filas del partido del “compañero Presidente”.
Luego del golpe, al igual que cientos de chilenos, fue exonerada de su trabajo en la CORFO. Mireya formó parte de esa generación de hombres y mujeres que compartieron el sueño de hacer de Chile un país donde todos desarrollaran sus potencialidades, todos tuvieran un salario justo y la educación y la salud fueran derechos para todos. Una generación que vibró con los discursos de Allende y participó entusiasta en las pequeñas y grandes tareas del proceso. Y que vio con frustración como ese sueño era interrumpido por la derecha y los militares.
Unos meses más tarde comenzó a vincularse en tareas de apoyo al trabajo que intentaba desarrollar la resistencia, colaborando en la administración de la ya mencionada lavandería que un grupo de militantes del PS había instalado a los pies del Cerro San Cristóbal.
Mireya fue detenida y desaparecida por la DINA en la madrugada del 25 de junio de 1975, en un operativo que copó la residencial en la que se encontraba junto a Exequiel Ponce, con el que realizaba tareas de enlace y correo.
Como se ha señalado, en la Villa Grimaldi fue vista en el patio por la periodista Gladys Díaz, junto a Modesta Carolina Wiff, con la vista vendada.
El 27 de junio de 1975 se presentó un recurso de amparo por la joven secretaria en la Corte de Apelaciones de Santiago, el que fue rolado con el Nº 793–75. El 3 de julio, el ministro del Interior, Raúl Benavides, ofició señalando que Mireya Rodríguez no se encontraba detenida por orden de la Secretaría de Estado. Ante la respuesta, el tribunal insistió en la consulta, solicitando que especificara si pudo ser detenida “sin orden de esa Secretaría por algunos de los organismos especializados para velar por el normal desenvolvimiento de las actividades nacionales”. Benavides se limitó a remitir una copia del oficio anterior. Nueva reiteración de la Corte y una nueva respuesta del Ministro del Interior: “No se encuentra detenida por orden de ese Ministerio”. Tras otras dos reiteraciones por parte de la Corte de Apelaciones, el ministro respondió que “consultados los organismos correspondientes, no hay antecedente alguno”. Agregaba que dicha información se había solicitado al Ministro de Defensa, pues los organismos de seguridad “dependen directamente de ese Departamento de Estado”.
Mientras tanto, se presentó un nuevo recurso de amparo, el 17 de septiembre de 1975. En la presentación se decía que la afectada había sido vista en un recinto de detención por una testigo (Gladys Díaz), en julio de 1975. La Corte no se hizo cargo de este antecedente y sólo ordenó la acumulación al que ya estaba en tramitación (rol Nº 793–75). El 8 de octubre, poco más de tres meses de iniciada la tramitación, la Corte rechazó el amparo. Se apeló de la resolución, y el 14 de octubre, la Corte Suprema confirmó el fallo y dispuso que las piezas de la causa debían ser remitidos al Juzgado del Crimen para investigar la posible comisión de un delito.
El 18 de octubre de 1975, el Octavo Juzgado del Crimen de Santiago instruyó el sumario Rol Nº 12.758 por la desaparición de Mireya. El Tribunal requirió la comparecencia de Gladys Díaz, todavía detenida en Cuatro Álamos. El ministro del Interior, Raúl Benavides, no lo autorizó y pidió al tribunal constituirse en el recinto de detención. El juez Juan Rivas Larraín solicitó entonces al ministro los motivos que impedían la presencia de la testigo en el Tribunal. El 6 de enero de 1976, Benavides insistió en “razones de seguridad”. El Juez determinó que se sacara copia de la declaración que la testigo prestó en el proceso que se seguía por la desaparición de Juan Carlos Perelman.
Sin otras diligencias, el 30 de agosto de 1976, se cerró el sumario y se sobreseyó temporalmente la causa.
Más recientemente, las investigaciones judiciales han determinado el paso de la dirigencia socialista secuestrada en 1975 por una clínica clandestina de la DINA, ubicada en la antigua sede central del MAPU en calle Santa Lucía 120, hoy 164, por el cambio de numeración con que se pretendió borrar su existencia.
La investigación instruida por el ministro Jorge Zepeda Arancibia estableció que en ese recinto no sólo se atendieron los agentes del organismo, así como a sus cargas familiares, sino también a los detenidos.
Según el testimonio de un ex enfermero del establecimiento, Ramón Muñoz, la clínica tuvo su origen en la antigua enfermería de la Escuela de Inteligencia del Ejército (EIE), ubicada en la Rinconada de Maipú, la cual comenzó a atender las necesidades del personal, y también a los prisioneros políticos, los cuales eran auxiliados para “darles un segundo aliento” y así poder seguir torturándolos. De allí provenía parte del personal que luego trabajó en la clínica Santa Lucía.
Los antecedentes recogidos en esta investigación dan cuenta que el director de Santa Lucía, que no contaba con ningún permiso sanitario ni existencia legal, fue el médico pediatra y coronel (r) Vittorio Orvieto Tiplizky.
Zepeda recogió los testimonios de ex presos políticos que dieron cuenta que en su período de detención fueron trasladados a un edificio cercano al cerro Santa Lucía, ya que se orientaban en el tiempo y el espacio por el típico cañonazo del mediodía. En ese sentido, la ex prisionera María Isabel Romero, declaró que vio a Michelle Peña en Villa Grimaldi, muy delgada y pálida, quien le contó que le habían matado a su hijo de ocho meses en el vientre, para lo cual fue trasladada al establecimiento asistencial clandestino.
También existen antecedentes que apuntan a que los socialistas Carolina Wiff, Mireya Rodríguez, Ariel Mansilla y Alfredo Rojas Castañeda habrían pasado por el centro médico para recibir reanimación después de la intensa tortura a que fueron sometidos.
Al momento de su detención, Mireya tenía 29 años de edad.
Ninguna casa de parientes en Santiago o en provincia fue allanada cuando detuvieron a Mireya
Cuando ella fue detenida por la DINA, yo estaba recluida en Pirque. Me detuvo la DINA el 14 de enero de 1975. Estuve presa durante un año y ocho meses. También mi hermano había sido arrestado y hoy se encuentra desaparecido[1]. Los agentes me manifestaron en tono amenazador: “Recuerda que tienes un hermano desaparecido”. Su nombre luego apareció en la lista de 119 personas cuyas detenciones se intentó encubrir en la llamada “Operación Colombo”.
La DINA me acusaba de pertenecer al MIR y de ser mensajera de su Fuerza Central.
Mis padres, que ahora están fallecidos, hicieron trámites por Mireya. Yo preguntaba a las detenidas que llegaban de la Villa Grimaldi por ella. Por supuesto, nadie sabía que éramos familiares. No podía creer que hubiera sido detenida, menos que la hicieran desaparecer. Jamás he sabido que hicieron con ella.
Recuerdo que un día, quizás fue a principios de 1974, no estoy segura del año exacto o del mes, Mireya paso a saludarnos. Era a la hora de almuerzo. Mi hermano estaba y se puso a tomarle el pelo. Siempre tenían ese juego, los dos se reían y se tomaban el pelo en una forma bien simpática. Al final terminábamos todos riéndonos. Mireya se veía bien y nos contó que había puesto una lavandería con una amiga. Nos explicó que tenían una maquina lavadora donde entregaban ropa lavada y planchada. Ella vivía en una casa cerca de la calle Pío Nono. No hizo ninguna alusión o mención a algún partido político. Sólo parecía un negocio de ella con una amiga para tener algunas entradas económicas.
La lavandería estaba a los pies del Cerro San Cristóbal. Atando cabos, con el tiempo me di cuenta que la lavandería era una casa de seguridad de la dirección del PS y que la amiga era Carolina Wiff, que también está desaparecida. No recuerdo haber visto a Mireya en nuestra casa después de la detención de mi hermano.
Nadie sabe cómo se vinculó al PS. De hecho, antes del golpe ignorábamos que hubiera sido militante. Mi impresión es que el PS le dio este trabajo, porque no estaba quemada o era poco conocida como socialista: primera regla de la clandestinidad. Y no creo que haya sido sólo ayudista. Para vincular a alguien con la cabeza de un partido clandestino se requiere que no esté quemada, pero al mismo tiempo que sea de una confianza total, que no salga arrancando a la primera ocasión y que sea capaz de procurarse recursos propios. Creo que Mireya cumplía todos estos requisitos.
Todos a los que les he preguntado ignoraban en qué partido funcionaba, lo que hacía concretamente, o cuándo o cómo se vinculó con el PS. Yo pensaba que era a través de Carolina, pero los antecedentes indican que hacían cosas diferentes antes del golpe de Estado. Tampoco existe información respecto de cuándo o por qué se conocieron… Me intriga. Lo único que puedo asegurar es que ninguna casa de parientes en Santiago o en provincias fue allanada cuando la detuvieron.
Testimonio de María Teresa Villalobos Díaz, expresa política y prima de Mireya Rodríguez.
[1] Se refiere a Manuel Jesús Villalobos Díaz, fue detenido el 17 de septiembre de 1974 por cinco agentes de la DINA comandados por Osvaldo Romo.