Sergio Montecinos Alfaro

Sergio fue el primer hijo del matrimonio conformado por Cristóbal y Ubaldina. Nació en Santiago el 23 de mayo de 1946, y gran parte de su infancia y adolescencia transcurrieron cerca de la Estación Yungay y luego de Maipú. Regalón de su madre, siete años más tarde recibió con alegría la llegada de un nuevo integrante a su familia: su hermana Lucía, con quien compartiría muchas horas de juegos, pese a la diferencia de edad.

Lucía conserva un cálido recuerdo de su hermano, a quien describe como  “una persona súper cálida, muy inteligente, muy  humano y con mucha conciencia social”. La niña de entonces recuerda que su hermano solía reunirse en la casa paterna con compañeros de universidad y del Partido, y que si algo caracterizaba a esos jóvenes “es que  todos ellos querían un mundo mejor. Yo, por mi edad, no participaba en esos encuentros, pues era apenas una niña, pero sí los escuchaba con atención”.

Sergio cursó la enseñanza preparatoria –actual educación general básica- en la Escuela Salvador Sanfuentes, y las humanidades –enseñanza media actual- en el Liceo Juan Antonio Ríos, en donde se hizo muy amigo de Pancho Cattani, un joven que, como él, también se integraría a l

as filas del Partido Socialista.

Tras egresar del liceo, ingresó a estudiar Ingeniería Civil Industrial a la Universidad de Chile, “carrera en la que estuvo hasta hizo hasta el segundo o tercer año, pues empezó a comprometerse más en política y a dedicarle todo su  tiempo a la militancia, en una época en que se creía que los cambios sociales eran inminentes”, recuerda su hermana.

Hincha de la Universidad de Chile, gustaba también de la caza y practicaba el ajedrez, deporte-ciencia por excelencia, en el que se destacó desde muy joven.

Sergio Montecinos Alfaro.

Durante los años de la Unidad Popular trabajó en la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno, y luego  le correspondió asumir como interventor de la industria Aceros Franklin, en la actual comuna de Cerrillos, y actuar como Coordinador Sindical de la Unidad Popular en la Zona Oeste de Santiago.

Con su esposa y su único hijo vivieron un tiempo en Macul, para luego trasladarse hasta una vivienda en Avenida Egaña, en Ñuñoa

Para el 11 de septiembre salió temprano con Pancho Cattani, a cumplir con las responsabilidades que ambos tenían previstas en la eventualidad de una intentona golpista en contra del Gobierno Popular. Su hermana recuerda que ambos partieron con rumbo a una industria, y que recién a eso de las 19:00 horas de ese día Sergio logró volver a su hogar, pegado a las murallas y esquivando  las patrullas militares y policiales que controlaron a los santiaguinos ese día, luego de la implantación del toque de queda.

Luego del golpe, tal como ocurrió con miles de chilenos exonerados de sus trabajos, Sergio perdió su empleo y decidió montar un pequeño taller de tejidos y confecciones, oficio al que se dedicaba cuando  fue detenido por la DINA.

Efectivamente, Sergio fue detenido por agentes de la DINA el día 1° de agosto de 1974, en su domicilio de calle Avenida Egaña Nº1528, en presencia de su esposa, de su hijo de dos años de edad y de la asesora del hogar.

Alrededor de las 16:00 horas de ese día golpearon violentamente la puerta del domicilio. De inmediato ingresaron dos agentes, que no se identificaron sino que mostraron rápidamente una credencial en que lo único que se podía distinguir era una insignia dorada que decía Ejército de Chile. Acto seguido, exigieron las cédulas de identidad de cada uno de los ocupantes de la vivienda; al ver la de Sergio, le indicaron que los debía acompaña «para tomarle una breve declaración» y que podría estar en poco rato de regreso en su hogar «si cooperaba». Paralelo a ello, los agentes procedieron a un registro de toda la casa, para luego llevarse detenido a Sergio, sin exhibir orden alguna ni para la detención ni el allanamiento, negándose a informar el lugar hacia donde era conducido el detenido. Al ser sacado a viva fuerza de su hogar, su esposa vio que afuera se encontraban apostados otros dos individuos y estaba estacionado un automóvil de color negro, al que subieron a su esposo, sin que ella pudiera distinguir su patente.

De inmediato, sus captores, trasladaron al detenido hasta el recinto clandestino de reclusión y tortura de la DINA, ubicado en Londres 38, en el centro de Santiago, un local que, como terrible paradoja, había sido confiscado al Partido Socialista. En ese lugar pudo ser visto y conversar con diversos otros detenidos, cuyos sobrevivientes testimoniaron sobre su estadía en dicho centro de torturas. La testigo Erika Hennings, recuerda especialmente a Sergio, debido a que éste tuvo una actitud altamente solidaria con ella cuando a su esposo Alfonso Chanfreau, también detenido desaparecido, lo sacaron con destino desconocido desde Londres 38, el día 13 de agosto de 1974. Erika pudo comunicarse con Sergio hasta el día 17, fecha en que fue trasladada a otro recinto.

Dos días después de la detención de Sergio, es decir el 3 de agosto de 1974, nuevamente allanaron su domicilio, ocasión en que cuatro agentes de seguridad registraron totalmente la vivienda. En esa oportunidad, los agentes se llevaron algunos apuntes de estudio de Sergio, una guía caminera, libros y una vieja escopeta de caza, la que se encontraba debidamente inscrita.

En los momentos en que se realizaba el allanamiento, llegó hasta el domicilio su suegro, quien había sido previamente alertado por su esposa. Ambos inquirieron información respecto al paradero y estado de su yerno, a lo que los agentes respondieron en tono amenazante que Sergio tenía para muchos años, «si es que libraba con vida», agregando a continuación que «era mejor que su hija rehiciera su vida y se olvidara de su marido».

El nombre de Sergio apareció en la nómina de 119 personas fallecidas en Salta, Argentina, en supuestos enfrentamientos con las Fuerzas Armadas de ese país, información que fue publicada en el año 1975 por el semanario «Lea» de Argentina y en el periódico «O’Dia» de Brasil, dos medios de comunicación apócrifos que, según se confirmó más tarde, la DINA levantó –son el apoyo de la policía secreta argentina- sólo para encubrir el crimen de estos 119 ciudadanos chilenos, ya que el gobierno argentino informó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que la revista «Lea» no era una publicación que circulara en  Argentina y que la única edición conocida fue  la correspondiente a la que entregaba la noticia indicada.

Aun más, en lo que respecta al local que la supuesta revista mencionaba como oficina de redacción, el gobierno trasandino señaló que «averiguaciones efectuadas por la Policía Federal Argentina niegan la posibilidad de que en ese lugar haya existido la redacción de la citada revista”. Asimismo, la Policía Federal manifestó «que no es concebible que un suceso de tal magnitud hubiera ocurrido en la República sin que los organismos competentes tomaran conocimiento» y agregan que «las 119 personas mencionadas en los enfrentamientos no se encuentran registradas ni poseen antecedentes».

Al momento de su detención, Sergio tenía 28 años de edad.

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